sábado, 28 de febrero de 2015

BASTA CERRAR LOS LABIOS (fragmento)

"José Carlos Becerra", Tinta china y plumilla sobre papel


Para morir como una lámpara desde la madrugada, 
como el rescoldo de una brisa tersa;
para morir, para suministrarnos
la mano venidera del olvido;
basta decirle no al día de mañana, 
basta ensayar los labios en un rumor de cera,
basta beber un vaso de agua
donde yazga el recuerdo de un ahogado.



Fragmento de "Basta cerrar los labios", José Carlos Becerra, El otoño recorre las islas (Obra poética 1961-1970), Editorial Era, 1973, 311 páginas.

viernes, 20 de febrero de 2015

UN POEMA RE...

Imagen tomada como préstamo de http://pensamientoproyectual.blogspot.mx/

Hilos del sonido

Ciertas cosas no me gustan por -Sonido.

Así me devuelvo con todas mis pisadas,
devuelvo lo que robo, lo que por sed temprana
desconozco y bebo.

La carencia cubre mi arrogancia, 
sin descifrar el gusto,
entablo una vagancia por balumbas de concreto,
en medio de esta lluvia que desde su inicio
me puso un mar de cotidianidad sobre mi puerta.

Y aquí me deja: repetido, ciego,
porque pendo de hilos de agua
que sostienen las imágenes,
una galería de instalaciones flotantes.
Hilos de J. R. Soto(1) movidos por ráfagas de viento.

Y este ritmo es un chocar de copas, botellas de aguamarina.
Marimbas en suspenso.

Y suspendo todo el teclear del dedo que por sí solo sabe,
se dirige al barbullón de comadreja,
del sonido que repito.

Iré por la vía sin ojos, afinando mi empeño por cruzarte,
taladrando el caracol del oído
y regresando.

Iré por despeñaderos a romperme como piedra, tal vez de regreso
sea un eco transparente
tal vez a vuelta de tropiezos
encuentre
un chillido, un crepitar de dientes

sin más ojos 
              que un asombro 
              de misterio.

(1) Jesús Rafael Soto (Venezuela 1923 - Francia 2005). Fue un importante artista plástico, creador del arte cinético, que inicia y desarrolla a finales de los años 50.

viernes, 6 de febrero de 2015

EL BORDO

Víctor Argüelles, Paisaje de un lugar cercano a Xalapa, 1997, grafito s/papel

Mira hacia tu derecha, abajo pidió Hugo deteniendo el auto. Ése es El Bordo. 
    Estaban en la cumbre, al bordo de una barranca. Para Esther la primera impresión fue de irrealidad. Sintió que se le daba algo que no podía expresar o retener en palabras, y que esa imagen, esa brecha súbita y profunda de la tierra, esas pequeñas casas apenas perceptibles al otro extremo de las laderas más próximas casas como puntos o manchas sobre un pasto en todos los tonos del verde matizado por la niebla, no era sino la imagen de algo ilusorio. Un panorama alucinante, sin límites determinados, por el efecto de la neblina que tornaba engañoso lo que un segundo antes era preciso. El color, la distancia, la profundidad, se movían al ritmo de las gasas de niebla. Algo ocurría allí que parecía no ocurrir en el tiempo.

Sergio Galindo, El Bordo, Ed. Grijalbo, México, 1960, pág. 95.